Los logicidas
Los logicidas más peligrosos, sin embargo, no son los que disparan contra las palabras, sino aquellos que pretenden corromper las ideas. Hay algo infinitamente más temible que un fusil: la lepra del pensamiento.
Artículos de Jerónimo Alayón, publicados en el diario El Nacional (Caracas).
Los logicidas más peligrosos, sin embargo, no son los que disparan contra las palabras, sino aquellos que pretenden corromper las ideas. Hay algo infinitamente más temible que un fusil: la lepra del pensamiento.
Creo que no exagero si digo que nunca antes se menospreció tanto el presentismo de la otredad. Desatendemos el encuentro contemporáneo con el otro para ocuparnos de la extemporaneidad de otros en nuestros dispositivos móviles.
El atesorar es inmanente. El ceder, el legar, por el contrario, es trascendente. La trascendencia no es un viaje que inicie y concluya en uno mismo.
Aquel humilde panadero me había dado una de las lecciones más importantes de mi vida: a menudo, los grandes prodigios suelen ser la suma de otros insignificantes.
En nuestra eternidad interior habita un particular silencio en el que la armonía cardinal, muda, convoca misteriosamente a toda belleza posible y decible… y hay en su evocación una luz ancestral y profunda.
De una parte, el político deviene en marca y es sustituible en términos de consumición. De la otra, el ciudadano es rebajado a la condición de cliente y su confianza es reemplazada por una simple y provisional conveniencia.
La adversidad no solo es fecunda, sino que expande nuestras fronteras existenciales ayudada de la memoria. Cada vez que logramos rebasar una calamidad, recordamos el sitio y modo exactos de semejante batalla interior.
Tenemos un rol fundamental en la humanidad: cada uno trasiega una manera de ser y existir de un punto a otro del flujo de humanidad, y lo hace de un modo único e irremplazable.