Los poemas publicados en esta edición de ViceVersa Magazine ya no son versiones finales. Han cambiado en el tiempo. Por tanto, deben citarse con precaución y solo como versiones previas a la definitiva.
Selección de poemas del libro De mí parten las aves esta mañana, de mi heterónimo Jerónimo Alayón
De mí parten las aves esta mañana
Ya no apremio las aves esas que a mí llegaban cada alborada De mí parten las aves esta mañana Todo el miedo es paz ya no hay lucha de una parte de mí con el resto de lo que no soy por fin soy uno y abrazo mis tristezas sin reclamo ni solemnidad y por sobre su hombro veo partir de mí las aves esta mañana Las palabras también se van de mí como trenes que olvidaron sus rieles Estoy aquí ya no hay esclusas ni diques todo se marcha de mí sin adiós en paz sin mí en las aves que de mí parten esta mañana Ahora escucho el silencio que se fuga por entre las letras de mi nombre Todo el límite que he negado cruzar está aquí La poesía es una despedida sin estridencias
El libro de las horas
A mi padre
Tomo un libro para leer me percato de que está en un idioma que ignoro da lo mismo si está al revés o al derecho da lo mismo si es el libro o es la vida Bukowski se habría reído de él Dostoyevski lo habría guardado en su biblioteca Pizarnik lo habría escondido dentro de un espejo pero yo no soy ni Bukowski ni Dostoyevski ni Pizarnik Sé que los libros son peligrosos en especial cuando no hablan mi lengua Son pesados los libros de nuestra ignorancia Ahora el libro reposa sobre mi mesa a un lado del poema que escribo pero el poema insiste en mirar al libro # No me gusta escribir poemas como piedras /que me perdone Eugenio Montejo/ prefiero las palabras de aire las que miran libros que asustan las que dicen cosas que no se pueden guardar bajo el mármol y el ciprés Cuando era niño un poema cayó de lo alto al olvido hendió mi frente hasta el papel la cicatriz aún lleva mi nombre ¿cuántos nombres necesito para entenderme? Cuando era niño me asaltaron preguntas como bandoleros todas juntas la noche que murió mi padre ellas se robaron lo que había de mí el resto ha sido turismo de espejos # Termino de escribir el poema un poema es eso /pienso/ un disparo al espejo sé que alguien no entenderá esto pero carece de importancia ahora mientras esté sobre mi mesa el libro que mi padre nunca escribió
Mínima filosofía acostado sobre la tierra húmeda
Los ríos más profundos son siempre los más silenciosos
Quintus Curtius Rufus
A Miguel Marcotrigiano
Hace algún tiempo decidí marcharme ya no estoy mis palabras dejaron de parecer lenguaje hartas del mundo que cabe en una postal Me bebí toda mi ausencia La niebla lo sabe escribo para convocar el silencio para no decirme para vivir atrás de las palabras mis otros silencios Y sin embargo aún me queda esta paz de embozar las ausencias Hoy he mirado la tierra húmeda más que otros días allí reposan las únicas palabras que merecen crecer con la hierba Tenía dieciséis cuando me llamaron idiota leía a Leibniz en tanto que otros miraban cuerpos de mujeres desnudas yo elegí el principio de la Razón Suficiente y entendí que las palabras también son mónadas /solo si existen por el silencio/ A mis cincuenta y tantos sigo siendo un idiota Leibniz estaba en lo cierto «Natura non facit saltus» /la naturaleza no obra por saltos/ y sigo aquí pensando que el mundo olvidó su primer silencio Lo sabe la polilla que devora el tiempo que yace en el reloj Lo decía Bukowski «El tiempo es la cruz de todos» él sabía que la locura cabe en una habitación yo creo que cabe toda en una palabra Volví de la noche con la levedad de quien se cayó del porvenir Si me fuese dado conocer la nada sabría que la poesía estuvo allí justo antes del fuego sagrado Entonces me iría de los calendarios Me acostaría sobre la tierra húmeda con los únicos silencios que merecen ser palabras
El pasillo
No man is an island, entire of itself… and therefore never send to know for whom the bells tolls; it tolls for thee.
John Donne
A Mónica Spear, in memoriam.
Camino por un pasillo sé que he visto muchas veces este corredor estas balas esta sangre Es un pasillo de Caracas de Bruselas de Madrid Un hombre avanza hacia mí cruzamos miradas la muerte siempre tiene espejos en las pupilas /lo sabía Pavese/ Al otro lado del mundo los amos del silencio celebran el verbo la palabra es por fin el prostíbulo de los falaces Mientras tanto avanzo por el pasillo atravieso Medellín París Kuwait Jerusalén Nairobi Pittsburg en todo caso el pasadizo siempre es Caracas Un hombre avanza hacia mí presagio de adverbios rotos He muerto tantas veces que ya no tengo sombra Quizás compraba especias en el mercado de Mogadiscio y hablaba con requiebros a una mujer las semillas de huru saltaron por el aire su nombre y el mío quedaron esparcidos en la prensa Quizás viajaba en el tren a Madrid y leía a Saramago las hojas se mancharon de otra historia ¡hay tantas narrativas en la sangre salpicada! El hombre que avanza hacia mí no es un hombre en sus ojos hay pureza de iniquidad me cruza y tropieza el alma alguien ha gritado y mientras caigo otros caen conmigo en Caracas en Yola en Berlín Ya no tengo fuerzas lo reconozco estoy cansado de la lotería con olor a pólvora de las campanas enamorando féretros de yacer en el corredor /como un calendario del año próximo/ esperando a que el pasillo sea el verso El hombre se marcha alguien grita que se lleva mi reloj mientras yazgo sobre el titular de mañana pero miente no se ha llevado mi reloj se ha llevado mi tiempo
Alayón, Jerónimo. «Selección de poemas inéditos (VII)». ViceVersa Magazine. 14 de diciembre de 2020. https://bit.ly/3gImgeQ
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