Teoría del Liderazgo Comunicante (sinopsis)

Preliminares

En octubre de 2003, después de tres años de investigación teórica en la Universidad Central de Venezuela (UCV), presenté por primera vez la teoría del liderazgo comunicante (TLC) en el curso de extensión Oratoria, Liderazgo y Éxito, en la Facultad de Ingeniería de la UCV, orientado al ámbito gerencial. En aquel momento, la teoría ya estaba conformada con sus tres ejes, pero faltaba probarla experimentalmente. En el lapso 2004-2007, la incorporé a la cátedra Oratoria y Retórica y a los cursos de extensión que impartí en la Universidad Monteávila (UMA).

Durante quince años (2003-2018), constituyó el contenido de unos 150 cursos y del protocolo de investigación asociado a aquellos en la UCV, lapso en el que formé unos 1800 alumnos. Entre 2004 y 2014, exploré el ámbito político y religioso impartiendo unos 240 cursos a líderes de diversos niveles, con una cobertura total de unos 3600 estudiantes. Fue una oportunidad para probar algunos postulados de la teoría en sus escenarios más exigentes. Todos los cursos impartidos entre 2003 y 2018, sin excepción, fueron laboratorios en los que rigurosamente llevé registro de las hipótesis sometidas a investigación y de sus resultados.

Desde 2018, me ha dedicado a construir un enfoque filosófico-lingüístico de la TLC enriqueciendo el planteamiento lingüístico de la primera etapa con un tratamiento filosófico de la enunciación (desde la ontología y fenomenología del lenguaje), según el cual el enunciador (emisor) no solo produce/emite un discurso que será interpretado por el enunciatario (receptor), sino que acontecen en la enunciación procesos más profundos y complejos que los observados por la lingüística textual, quizás por el hecho de que, al ser esta una ciencia del lenguaje, su objeto de estudio, el acto de habla, ha de ser concreto, en tanto que la filosofía ofrece un mayor margen abstractivo.

Así pues, por ejemplo, el filósofo español Ramón Llull propone en el año 1304 la noción de afato (algo olvidada hoy),[1] que presta especial atención a la construcción de un lenguaje interior que antecede a la enunciación, y que supone un modo de apropiarse el mundo y la lengua. La construcción de este primer nivel de «discurso» supondría que enunciador y enunciatario son uno y que antes de la enunciación ya se ha iniciado un proceso de modificación del ser por dicho discurso,[2] con lo cual el líder comunicante lo es porque puede, en primera instancia, influir sobre sí. Este enfoque es de capital importancia en la TLC.

A esto se suma la noción de razón poética, de la filósofa española María Zambrano (esbozada en 1934 en Hacia un saber del alma, y desarrollada finalmente en 1977 en Claros del bosque),[3] según la cual la racionalidad debe dar voz a la realidad, pero, para ello, ha de «saber mirar con toda el alma, con toda la inteligencia y hasta con todo el cuerpo, lo cual es participar de la esencia contemplada en la imagen, hacerla vida»,[4] de modo, pues, que más que dar voz la alza de las cosas mismas en un acto creador, entendiendo que —en una perspectiva orteguiana— «el acto específicamente cultural es el creador».[5] Un líder comunicante, por consiguiente, ha de crear con la voz de su equipo una comunidad de discurso, para lo cual será necesario que el líder sea mucho más que un simple productor de textos orales.

Dicha comunidad de discurso será, al cabo, lo más parecido a una orquesta en la que no hay una sola voz instrumental, sino muchas, cada una con sus peculiares matices, pero todas ensambladas armónica y creativamente por el director, pues, lo sabemos, nunca habrá dos conciertos idénticos… Esta comunidad de discurso es el espejo en el que el líder comunicante se conoce/reconoce y que, además de modificar el mundo, también termina transformando a los propios actores del proceso.

La TLC es o ha sido materia de estudio en quince universidades de Latinoamérica y España: Universidad Central de Venezuela, Universidad de Carabobo (Venezuela), Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado (Venezuela), Universidad Bicentenaria de Aragua (Venezuela), Universidad Monteávila (Venezuela), Universidad Católica del Maule (Chile), Instituto Politécnico Nacional (México), Universidad Nacional Autónoma (México), Universidad Autónoma de la Ciudad de México, Universidad Central Marta Abreu de Las Villas (Cuba), Universidad Nacional Pedro Luis Gallo (Perú), Escuela Superior de Guerra (Colombia), Universidad Autónoma de Madrid (España), Universidad Pompeu Fabra (España) y Universidad de Vigo (España). También ha sido brevemente revisada en inglés por Patrick Lencioni.[6]

Teoría del Liderazgo Comunicante

Se entiende por liderazgo comunicante la capacidad de comunicar persuasivamente en tres ejes: 1) oratoria, 2) comunicación no verbal y 3) vigor argumental, en el marco de una acción efectiva de liderazgo capaz de construir una comunidad de discurso que genere sentido vital. Por consiguiente, la teoría del liderazgo comunicante es el estudio filosófico-retórico-pragmático de los actos de habla performativos en el ejercicio del liderazgo.

El enfoque filosófico de la TLC implica una aproximación ontofenomenológica al lenguaje persuasivo, en tanto que el núcleo pragmarretórico de la TLC supone un estudio de los actos de habla ilocutivos en correspondencia estrecha con los actos de habla perlocutivos,[7] adicionando la semiología no verbal como un reforzador perlocutivo de la enunciación, no solo en cuanto emisión, sino como interpretación.[8] De este modo, al ser el orador un intérprete del discurso del enunciatario, puede medir la más inmediata e incipiente construcción de su comunidad de discurso.

El liderazgo comunicante, podríamos decir, enriquece el liderazgo convencional, precisamente, por la presencia de una comunidad de discurso que genera sentido vital en torno del proyecto inicial, incluso más allá de los límites de este y del propio líder.

Luego de un minucioso estudio de una veintena de los más significativos oradores de Occidente, he identificado un patrón retórico-pragmático de comunicación que he sistematizado en los tres ejes antes mencionados. Dicho patrón, enriquecido con los aportes de la lingüística textual, la retórica y la filosofía del lenguaje, me ha permitido concebir un entramado teórico-práctico que he denominado teoría del liderazgo comunicante (TLC), cuyo estudio puede desarrollar valiosas competencias comunicacionales en quienes deseen asumir responsablemente la palabra oral en cuanto que trascendencia humana.

Primer Eje: Oratoria

La oratoria es el primer eje de la TLC. Constituye una disciplina muy antigua que se remonta a la Grecia del siglo V a. C. y ha evolucionado en el tiempo. Corresponde a la operación retórica no constituyente de discurso que Aristóteles llamó hipócrisis y el autor anónimo de la Rhetorica ad Herennium definió como pronuntatio (pronunciación).[9] Atañe, pues, a la oratoria el carácter ilocutivo de la enunciación del texto oral, entendido este como un discurso (desde una improvisación hasta una pieza política, religiosa, una charla de ventas o gerencial). Cualquier intervención oral cuya finalidad sea influir en su audiencia le incumbe a la oratoria.

Para lograr su cometido, la oratoria presta atención a los diversos aspectos de la enunciación oral: respiración, dicción, vocabulario e impostación de la voz; pero hay un aspecto que se ha estudiado poco: el relieve elocutivo y las implicaciones de las emociones en la argumentación.[10] Esta es una de las claves fundamentales del liderazgo comunicante y que marca la diferencia entre los buenos oradores y los mejores.

El relieve elocutivo es el modo como el orador conecta con sus emociones tallándolas en los rasgos suprasegmentales (prosódicos) del habla y conectando, así, con las emociones de la audiencia para conducirlo a algún punto. Es un recurso ilocutivo que descubrieron los oradores de la Grecia del siglo V a. C. y que ha movilizado buena parte de la historia humana porque construye el pathos (emoción) del discurso. Casi todo cuanto hacemos tiene su punto de partida en una emoción capaz de mover nuestra fuerza de voluntad.

La suasión (persuadir/disuadir) tiene una base emotiva que se construye por medio de actos de habla ilocutivos y que procura conmover al enunciatario (audiencia), rasgo conocido en la retórica clásica como animos impellere. La oratoria se ocupa de esta competencia retórico-ilocutica.[11]

Segundo Eje: Comunicación no Verbal

No cabe la menor duda de que la comunicación verbal y las áreas científicas que se ocupan de su estudio (la filología y la lingüística) ocupan la atención de los problemas comunicológicos; sin embargo, en los estudios sobre comunicación no verbal —suponiendo ser esta un complemento de capital importancia del habla—, pese a las calificadas investigaciones de Hall, Birdwhistell, Ekman, Mehrabian, Davis, Knapp y Pease, durante el siglo XX —todas enfocados desde la psicología—, sigue echándose de menos un estudio formal desde las ciencias del lenguaje, una lingüística no verbal.[12]

La comunicación no verbal constituye el segundo eje de la TLC. Aproximadamente un 70 % de la información emocional y actitudinal no se expresa con palabras, sino con actos de habla no verbales, es decir, gestos (o su ausencia) y por medio del uso que hacemos del espacio que nos acerca o separa de nuestros interlocutores (proxémica). Aprender a leer la sintaxis no verbal de nuestro interlocutor es esencial si queremos optimizar nuestra comunicación, pública o privada, y es una de las bases de la empatía.

Así, por ejemplo, es posible para un enunciador interpretar los niveles de aceptación/rechazo que genera en su audiencia una enunciación oral y, a partir de ello, hacer los ajustes pragmarretóricos necesarios para optimizar el grado persuasivo de dicho texto, todo lo cual supone actuar en caliente y no esperar a que el enunciado esté concluso y no pueda hacerse cambio alguno.

La correcta lectura del discurso no verbal también supone sacar provecho de ella a la hora de empatizar mejor con nuestros interlocutores, puesto que podemos interpretar de su kinésica (gestual) y proxémica (distancia corporal) ciertas actitudes y emociones que quizás no se atrevan a comunicar, pero cuya apreciación nos permitirá dirigir más amablemente ciertos procesos comunicacionales. Así, por ejemplo, podemos interpretar kinésicamente que nuestro interlocutor tiene prisa y favorecer el cierre de la conversación o su planificación para otro momento, todo sin que tengamos que hacerle saber que hemos «notado» su inquietud por la hora.

Tercer Eje: Argumentación

El tercer eje de la TLC, y el más importante, es el de la argumentación. Aristóteles estableció en sus estudios retóricos tres valores esenciales a toda enunciación oratoria: ethos, pathos y logos.[13] El ethos es la autoridad del orador, proviene de su prestigio y garantiza la credibilidad de lo que dice. El pathos es la conexión entre su emoción y la de la audiencia, surge del relieve elocutivo, asegura la persuasión (afiliación emocional) y hace posible el animos impellere que mueve casi inmediatamente la voluntad. El logos es a un mismo tiempo la razón probatoria (argumentación) del discurso y su razón de ser (sentido), tiene su origen en la arquitectura argumental, consolida la convicción (afiliación racional) y produce fidelidad a la postura asumida.

En resumidas cuentas, el pathos nos mueve, el logos nos fideliza. El primero influye sobre nuestras emociones a corto plazo, el segundo sobre nuestra racionalidad a largo plazo. Uno hace posible la acción y el otro la sostiene cuando la pasión decrece. La combinación de ambos subyace a los más importantes discursos de la historia y le debemos, en cierto modo, el avance sociohistórico de la humanidad.

Ahora bien, se puede hablar de argumentación desde distintos enfoques, pero hay una tecnología del discurso que surgió en Grecia hace veinticinco siglos y que ha sobrevivido hasta nuestros días siendo el sustrato argumental de los discursos que han hecho posible los más importantes movimientos políticos, religiosos y culturales (no todos positivos, lamentablemente). Estamos hablando de la retórica, un arte, una técnica y una ciencia de la elocuencia para conmover y convencer.

El Líder Comunicante

Un líder es alguien que dirige y codirige, que contagia a otros de un sueño propio o ajeno y que moviliza una vigorosa energía social, sea en el modesto ámbito laboral de una microempresa o en la Jefatura de Estado, al punto de que los otros comienzan a tomar sus propias decisiones, en sintonía con un flujo de acciones que tiene una visión común.

El líder comunicante hace que lo soñado y planificado, el proyecto, sea posible construyendo una comunidad de discurso en la que la palabra engendre vida y la vida engendre más vida, incluso cuando el líder ya no esté, incluso más allá de las fronteras del proyecto original. Para ello, el orador debe tener conciencia enunciativa y no solo pragmalingüística; por ello, me parece de capital importancia recuperar a este propósito la noción de cenestesia comunicativa propuesta por Tomás Albaladejo, según la cual el productor/enunciador de un discurso tiene conciencia «del alcance de su discurso, del espacio que este crea, del espacio comunicativo hacia el que el discurso se proyecta, de los oyentes en quienes puede influir».[14]

Cuando Gandhi, aquel lejano 7 de agosto de 1947, utilizó el término nonviolence,  comenzó a construir una comunidad de discurso que ha generado múltiples expresiones políticas de resistencia civil, aun desligadas de sus postulados religiosos. Hay sobrada constancia de que Gandhi sabía lo que estaba haciendo y conocía las implicaciones futuras de su discurso, pues tenía cenestesia comunicativa. Esto es el líder comunicante: un generador de sentido vital por medio de la palabra… alguien que alza de los otros una tan formidable como armónica sinfonía de voces.

¿Líder Comunicante, Comunicativo o Comunicacional?

Esta es una pregunta que con frecuencia surge… El matiz diferenciador entre comunicativo, comunicacional y comunicante es mínimo, pero suficiente como para separar en su similitud el ocaso del amanecer. Si se buscan otras palabras en las que opere la misma desemejanza, quizás se vea más claro, por ejemplo, entre emotivo, emocional y emocionante. ¿Se nota que hay diferencia?

Los términos comunicacional y comunicativo significan los mismo: ‘relativo a la comunicación’. La palabra comunicante tiene un significado más activo, más enérgico y efectivo: ‘que comunica’. Así que todo acto comunicante es comunicacional, pero no todo acto comunicacional es comunicante. En lo comunicante hay una acción efectiva. Por consiguiente, el liderazgo comunicante es aquel en el que se aspira a ser efectivo comunicacionalmente.

Publicaciones sobre TLC

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© 2022 Jerónimo Alayón

CITAR COMO:
Alayón, Jerónimo. «Liderazgo comunicante». Página web de Jerónimo Alayón, 18 de septiembre de 2022. https://jeronimo-alayon.com.ve/tlc


NOTAS

[1] Ramón Llull, Libro del ascenso y descenso del entendimiento (Barcelona: Orbis, 1985), 23.

[2] Para ampliar la noción de afato, véase Jerónimo Alayón, «A vueltas con el afato», El Nacional, 5 de junio de 2020, https://bit.ly/2A5ZQ6b.

[3] Cf. María Zambrano, Hacia un saber sobre el alma (Madrid: Alianza Editorial, 1987); María Zambrano, Claros del bosque (Barcelona: Seix Barral, 1988).

[4] María Zambrano, Delirio y destino (Madrid: Centro de Estudios Ramón Areces, 1998), 173-174.

[5] José Ortega y Gasset, Meditaciones del Quijote (Madrid: Revista de Occidente, 1966), 311.

[6] Cf. Patrick Lencioni, Silos, Politics and Turf Wars: A Leadership Fable About Destroying the Barriers that Turn Colleagues into Competitors (San Francisco, CA: Jossey-Bass, 2006). Sobre P. Lencioni, vid. https://www.tablegroup.com/pat/.

[7] Cf. John Austin, Cómo hacer cosas con palabras: palabras y acciones, trad. de Genaro Carrió y Eduardo Rabossi (Barcelona: Paidós, 1998), 166.

[8] El orador no solo hace uso de una sintaxis no verbal para reforzar su enunciado perlocutivo, sino que debe leer el discurso no verbal de su audiencia para reconocer los niveles de apropiación persuasiva de esta.

[9] Las operaciones retóricas no constituyentes de discurso —a saber: memoria y actio o pronuntatio— no participan de la producción textual, sino discursiva; no se ocupan de la estructura del enunciado, sino de los modos de la enunciación. Sobre operaciones constituyentes y no constituyentes de discurso, vid. Tomás Albaladejo, Retórica (Madrid: Síntesis, 1991), 57-64.

[10] Cristián Santibáñez ha publicado recientemente una obra colectiva en la que se aborda profusamente el tema de la argumentación y las emociones. A tal efecto, véase Cristián Santibáñez, «Argumentar con emociones», en Emociones, argumentación y argumentos, editado por Cristián Santibáñez, 11-52 (Lima: Palestra Editores, 2020). https://bit.ly/3PYXRlJ.

[11] Entiendo por competencia retórico-ilocutiva un tipo de competencia discursiva según la cual el enunciador/enunciatario tiene la capacidad de saber manejar eficientemente valores semióticos, pragmáticos y textuales del discurso retórico en orden a producir/procesar el nivel ilocutivo del habla.

[12] En tal sentido, véase Jerónimo Alayón, Comunicándonos más allá de las palabras: la importancia de la comunicación no verbal (Caracas: Universidad Monteávila, 2009). En este libro intenté hacer una primera sistematización lingüística de los actos de habla no verbales.

[13] Cf. Aristóteles, Retórica, trad. y ed. de Alberto Bernabé (Madrid: Alianza Editorial, 2007), 53, I, 2, v. 1356a.

[14] Cf. Tomás Albaladejo, «Retórica, comunicación, interdiscursividad», Revista de Investigación Lingüística, n.º 8 (2005): 29. https://revistas.um.es/ril/article/view/6671. La cenestesia comunicativa es una noción medular en el liderazgo comunicante, pues sin ella el líder, en cuanto que productor/enunciador de discursos, no tiene conciencia del efecto que sus actos de habla perlocutivos tienen y tendrán más allá de la inmediatez de la enunciación.