Aproximación filosófica a «Interestelar»
No entres dócilmente en esa buena noche,
la vejez debería arder y delirar al caer el día;
rabia, rabia contra la muerte de la luz.
Dylan Thomas
Para Kathy, Cami y Kris.
Interestelar (2014), película dirigida por Christopher Nolan y escrita junto a su hermano Jonathan, no es un filme más de ciencia ficción, sino un complejo entramado de planteamientos filosóficos y científicos, con múltiples conflictos en la trama. Baste decir que los hermanos Nolan se licenciaron en Literatura Inglesa y que el Dr. Kip Thorne (físico teórico, Premio Nobel de Física y una de las mayores autoridades científicas en ondas gravitatorias y cosmología de los agujeros negros y de gusano) fue el consultor científico de la producción cinematográfica. Así pues, detrás de Interestelar puede haber de todo menos improvisación, superficialidad y mal gusto.
Supervivencia, utilitarismo y deontología
El tema axial que teje de principio a fin la trama de Interestelar es el imperativo de la supervivencia humana ante la inminente extinción de la vida en la Tierra. Sin embargo, Nolan nos lo presenta en el marco de un utilitarismo despiadado (del que el Prof. Brand y su misión Lazarus son un icónico ejemplo), signado por el dilema ético entre el plan A y el plan B.
Aunque el plan A (evacuar a los habitantes de la Tierra) parece ser el objetivo, el Prof. Brand miente sobre su inviabilidad, pues requiere datos de una singularidad gravitacional que son inaccesibles. Oculta arteramente que solo es posible llevar a cabo el plan B (una colonia fundada a partir de 5000 embriones congelados). Con este engaño, ha separado a Cooper de su hija Murphy y la ha condenado a morir en la Tierra, junto con toda su población. Esta acción, moralmente cuestionable, es un cálculo utilitarista frío y despiadado que el profesor justifica por el fin último que persigue: la preservación de la especie humana. En sus decisiones hay fuertes resonancias del utilitarismo de Bentham y Mill, sellado en aquella máxima del «mayor bien para el mayor número», que entraña el riesgo de sacrificar a las minorías en pro de las mayorías.
Nolan cuestiona esta perspectiva oponiendo a las del Prof. Brand las motivaciones de Cooper. Este no se involucra en la misión Lazarus por una motivación utilitarista (cifrada en una humanidad abstracta), sino personal y deontológica (centrada en un ser humano concreto): cumplir a su hija la promesa de regresar. Este primer conflicto, entre utilitarismo y deontología, alcanza su culmen en el enfrentamiento con el Dr. Mann, quien encarna el más egoísta nihilismo. Mann simboliza la corrupción del idealismo y el descenso al abismo del instinto despojado de la ética, deviniendo en fuerza destructiva.
Así pues, Interestelar plantea que la salvación de la especie humana exige actitudes altruistas como la disposición al sacrificio, la confianza en sí mismo y una profunda motivación deontológica, condiciones que menosprecian el frío pragmatismo del Prof. Brand y el nihilismo del Dr. Mann. Al fondo de este planteamiento, está la crítica al Antropoceno y el eco del principio de responsabilidad, de Hans Jonas, recordándonos que los avances tecnológicos requieren de una nueva ética que nos haga responsables por el futuro de la humanidad y del planeta, un código ético enfocado en prevenir y no en reparar daños.
El tiempo, el libre albedrío y la autotrascendencia
El mayor logro conceptual —que no filosófico— de Interestelar es la representación del tiempo. La tesis del tiempo elástico en función de la gravedad está fundamentada en la teoría de la relatividad de Einstein y en las investigaciones de Kip Thorne sobre ondas gravitacionales. En el planeta de Miller —donde la gravedad extrema por su cercanía al agujero negro Gargantúa dilata el tiempo—, una hora equivale a siete años en la Tierra. Cuando regresan al Endurance, han transcurrido veintitrés años terrestres.
La zozobra que Cooper siente mirando cómo sus hijos Murph y Tom se hicieron adultos evoca la fenomenología de la angustia de Heidegger: el ser humano no es una entidad acabada, sino un proyecto en constante hacerse, lo que genera un vértigo existencial que lo lanza al centro de su mismidad, obligándolo a reconocer que es aquello que hace de sí mismo. Cooper mira ontológicamente su ser en el mundo y se cuestiona su Sörge (concepto heideggeriano que se puede traducir como ‘cuidado del sentido fundamental de la vida’).
Este cuestionamiento es esencial al segundo conflicto de la trama que surge entre determinismo y libre albedrío. Cuando Cooper —después de traspasar el horizonte de sucesos y eyectarse de su nave— cae en la singularidad del agujero negro, llega al teseracto, un cubo tetradimensional que representa un modelo cosmológico donde el pasado, el presente y el futuro coexisten simultáneamente. En este punto, Nolan introduce la paradoja del bucle causal, enfoque determinista según el cual un evento del futuro causa un evento del pasado que, provocando el suceso futuro, genera un ciclo cerrado.
En este sentido, el Cooper del futuro es quien envía a su yo del pasado las coordenadas del búnker de la NASA, así como le transmite a Murphy la fallida advertencia de «quédate» y los datos de la singularidad que harán posible salvar a la humanidad en el marco del plan A.
Pareciera que no hay alternativa al determinismo cósmico, pero Nolan hace énfasis en la síntesis: a pesar del bucle causal, Cooper ejerce su fuerza de voluntad al elegir marcar la ubicación del búnker en código binario, empujar los libros para escribir el mensaje «quédate» y codificar en clave morse, por medio del segundero del reloj, los datos del agujero negro. Así mismo, Murphy decide sobreponerse a su decepción y confiar en su padre para descodificar la información. El filme plantea que si bien formamos parte de un macrotejido cósmico predeterminado, tenemos la libertad de tejer nuestro microtejido con nuestras acciones.
Al fondo de esta cuestión, aparentemente espiritual y trascendentalista, subyace la revelación más profunda y, sin embargo, más desoladora del filme: estamos solos como especie. En una perspectiva duramente sartreana, el hombre está solo y es el artífice de su existencia y salvación… una suerte de nuevo humanismo prometeico. Los supuestos seres pentadimensionales a los que aluden como «ellos» es la humanidad del futuro, que ha dominado el manejo dimensional del tiempo y, autotrascendiéndose, ha construido el agujero de gusano y el teseracto para que la humanidad del pasado se salve. No hay dios posible ni alienígenas, nadie. Apenas nosotros, la especie humana.
El amor, trascendencia, metafísica y Punto Omega
El mayor logro filosófico de Interestelar es su concepción del amor. Frente al rigor de la física y la gelidez del cálculo utilitarista, la película plantea el amor como una poderosa variable. Este tercer conflicto, planteado entre el amor y la ciencia, alcanza su punto álgido dos veces: cuando la Dra. Amelia Brand defiende su decisión de ir al planeta de Edmunds y cuando Cooper se precipita en la singularidad del agujero negro.
En el primer caso, si bien la evidencia científica señala el planeta de Mann como la mejor opción, la Dra. Brand defiende su deseo de ir al planeta de Edmunds, donde está su amado, no porque disponga de datos empíricos, sino porque su intuición, fundada en el amor, así se lo indica. En ese momento postula una tesis radical: «El amor no es algo que inventáramos. Es observable, poderoso… El amor es lo único que somos capaces de percibir que trasciende las dimensiones del tiempo y del espacio».
La tesis de Amelia es el núcleo metafísico de la película. En un universo regido por las leyes de la mecánica cuántica, ella propone que el amor podría ser otra fuerza física y una constante universal aún no cuantificada por la ciencia, una suerte de conexión profunda (análoga al entrelazamiento cuántico) que supera la distancia y el tiempo. Esta hipótesis, rechazada categóricamente por Cooper, sería la que más tarde lo empujaría hacia el abismo de Gargantúa. La narrativa de Interestelar valida finalmente la tesis de Amelia, pues el planeta de Edmunds es perfectamente habitable.
El segundo nudo de este tercer conflicto surge cuando Cooper, arriesgando su vida, decide dejarse caer en la singularidad del agujero negro acompañado del robot TARS, con el objeto de que alguna vez este pueda ser recuperado y utilizada su información para resolver la ecuación gravitacional que permitiría salvar a la humanidad (en especial, a Murphy) dentro del plan A. Una vez en el teseracto, Cooper no elige qué hacer en función de una compleja lógica científica, sino a causa del vínculo emocional y del amor que lo unen a su hija. Interestelar es, en esencia, una oda al amor transtemporal de un padre por su hija. Sin embargo, no nos llamemos a engaño: en Interestelar también hay abandono y ruptura. Tom, hermano de Murphy, es el testigo, la herida silenciosa del desamparo y la inconformidad.
Esta concepción metafísica del amor desafía el materialismo reduccionista, pues la realidad no se agota en lo empíricamente verificable. Nos recuerda también el planteo platónico del amor como una forma de trascender la razón conectándonos con algo superior. Esto nos conduce, incluso, a una versión secular de la noción de Punto Omega, acuñada por Teilhard de Chardin, según la cual aquel sería el punto de máxima convergencia entre la evolución de la conciencia humana y la energía espiritual, el culmen de la unión fe-ciencia En Interestelar, este punto de convergencia no es divino, sino humano, y se alcanza a través de la fuerza salvífica y transtemporal del amor.
Podríamos concluir asegurando que Interestelar cuestiona filosóficamente nuestro lugar en el cosmos y nos planta ante un dilema fundamental: ¿el cálculo pragmático o la fe en nuestros vínculos más profundos? La respuesta que ofrece es una síntesis de ambos. Así pues, el futuro de la humanidad —parece decirnos Nolan— no dependerá solo de nuestras competencias científicas, sino de nuestra capacidad para reconocer que el amor, la esperanza y el sacrificio son fuerzas tan esenciales como la gravedad. El verso de Dylan Thomas, repetido con insistencia («No entres dócilmente en esa buena noche»), es un recordatorio de que debemos luchar, amar y trascender para dotar de significado nuestra existencia.
© Jerónimo Alayón y El Nacional. https://bit.ly/3KcYCYv
CITA CHICAGO:
Alayón, Jerónimo. «Aproximación filosófica a Interestelar». El Nacional. 20 de junio de 2025. https://is.gd/MYKdUe
CITA APA:
Alayón, J. (2025, 20 de junio). Aproximación filosófica a Interestelar. El Nacional. https://is.gd/MYKdUe