El culto órfico y el mito de Orfeo y Eurídice (parte II)
En su ascenso, no obstante, Orfeo regresa revestido de un conocimiento iniciático que lo califica como maestro y fundador de los misterios órficos.
En su ascenso, no obstante, Orfeo regresa revestido de un conocimiento iniciático que lo califica como maestro y fundador de los misterios órficos.
Las palabras comprometen. Se les puede vestir el traje de la ambivalencia. Son inflamables. El silencio del mino, en cambio, es fecundo e inasible.
Durante los últimos años hemos estado trabajando en desarrollar un sistema filosófico-literario que hemos llamado idealismo simbólico.
La órfica, como la pitagórica, fue una religión mistérica que reivindicaba la revelación frente a la razón. Tales cultos se fundaban en misterios que no tienen explicación razonada o filosófica.
La belleza en el silencio del mundo inefable nos permite alcanzar intuiciones estéticas que no lograríamos de otro modo.
La concepción de héroe órfico es distinta a la de héroe épico, y esto es de capital importancia para entender la trascendencia social del culto órfico en la Hélade.
La potestad órfica es la de la elocuencia musical, y como aspira a la areté, debe cumplir con la virtud más relevante de esta: la sophrosine (σωφροσύνη, ‘moderación, templanza’).
El mito nos ofrece un elemento esencial: nadie vuelve del Hades intacto. La catábasis supone una metamorfosis, un cambio.